¿Hanns “Mira al cielo” o Philipp “El inquieto”? Las historias del Struwwelpeter abordan problemas que afectan a niños y jóvenes incluso en la actualidad, lo que las hace sorprendentemente contemporáneas.

Ya sea el TDAH, los trastornos alimenticios o la obsesión con los teléfonos móviles mientras se camina, muchas de las historias del Struwwelpeter resultan increíblemente vigentes. Este año, durante la Navidad, el libro cumplirá 180 años. El médico de Fráncfort, Heinrich Hoffmann, escribió y dibujó estas historias originalmente como un regalo navideño para su hijo de tres años.

Innumerables versiones de Struwwelpeter

Hoy en día, existen miles de versiones de las historias originales de Struwwelpeter: en diferentes idiomas y dialectos, con ilustraciones variadas, como sátiras, reinterpretaciones críticas y hasta con fines propagandísticos. La razón de la durabilidad y versatilidad del libro reside en su capacidad de adaptación, comenta Beate Zekorn-von Bebenburg, directora del Museo Struwwelpeter de Fráncfort.

Por ejemplo, en Hanns Guck-in-die Luft (Hanns “Mira al cielo”), el lector moderno puede identificar fácilmente a jóvenes caminando distraídos, mirando su teléfono como si estuvieran hipnotizados. En la historia de Zappel-Philipp (Philipp “El inquieto”), se evocan imágenes de niños con TDAH. Y en el caso de Suppen-Kaspar (Kaspar “El de la sopa”), los trastornos alimenticios como la anorexia están implícitos. Aunque estos diagnósticos no existían en la época de Hoffmann, su formación como médico lo llevó a centrarse en proteger a los niños de posibles daños, explica Zekorn-von Bebenburg.

Advertencias disfrazadas de cuentos

Algunas historias tenían un propósito educativo claro: la del niño que chupaba su dedo, por ejemplo, advertía sobre el riesgo de infecciones; mientras que Pauline, la niña que jugaba con fósforos, alertaba sobre los peligros del fuego. Incluso el propio Struwwelpeter, el niño que se niega a cortarse las uñas y el cabello, se ha convertido en un símbolo de rebeldía.

Si bien es cierto que las figuras de Hoffmann han sido criticadas como un ejemplo de pedagogía rígida y severa, Zekorn-von Bebenburg argumenta que las historias también abordan el respeto por la individualidad y el derecho a ser diferente.

Conflictos universales de la infancia

Hoffmann (1809-1894) era, en realidad, todo lo contrario a un hombre autoritario y estricto, como se puede aprender en el Museo Struwwelpeter. Era un amante del humor negro, escribía sátiras y hasta fundó un club donde los miembros se llamaban entre sí con nombres de vegetales. Fue precisamente en este club donde un editor, apodado “Espárrago”, convenció al médico “Cebolla” de publicar las historias de Struwwelpeter. La primera edición salió a la luz en 1845 bajo el pseudónimo de Reimerich Kinderlieb.

“Este travieso se ha conquistado el mundo”, expresó asombrado Hoffmann al ver que su obra ganaba tal popularidad que incluso el emperador Guillermo I deseaba conocerlo. Aunque el manuscrito original, dibujado a mano y regalado al pequeño Carl en Navidad de 1844, no se encuentra en el museo de Fráncfort, sí forma parte de la colección del Museo Nacional Germánico en Núremberg.

Las historias de Struwwelpeter continúan resonando porque reflejan dilemas que los niños de todas las épocas han enfrentado y siguen enfrentando: desde el rechazo a las normas hasta la curiosidad que puede traer consecuencias. A pesar de su antigüedad, las lecciones y los personajes creados por Hoffmann permanecen tan vigentes como siempre, recordándonos que algunas cuestiones de la infancia son realmente universales.