A medida que la adopción de herramientas de inteligencia artificial continúa creciendo, también crece la posibilidad de dar grandes avances en la prestación de atención médica. La inteligencia artificial ya tiene importantes efectos clínicos, especialmente en la detección del cáncer, y apenas estamos empezando a aprovechar su potencial transformador.

El panorama actual está marcado por una amplia gama de soluciones puntuales desconectadas y habilitadas con IA que operan dentro de silos. En radiología, por ejemplo, los sistemas de imágenes están separados de la capa informática del radiólogo y cada uno tiene sus propios flujos de trabajo separados. La falta de integración limita el potencial de utilización de datos y crea desafíos de interoperabilidad, que conducen a ineficiencias operativas y presión adicional sobre los equipos de tratamiento.

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